Por qué Marc Márquez es el primer enemigo de Marc Márquez en su lucha por el Mundial

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Cinco de seis. Desde que comenzara la temporada, Marc Márquez ha ganado casi todo lo posible. Tres poles, tres carreras al esprint y dos Grandes Premios. Difícil pedir más a su estreno como piloto oficial de Ducati. Difícil estar en mejor situación para lograr el ansiado sueño de volver a ser campeón del mundo después del infierno de las lesiones. Pero lo que en cualquier otro piloto sería un motivo de tranquilidad, en el caso del piloto de Cervera envuelve cierta preocupación. Su caída liderando en solitario demuestra que su ambición es su principal enemigo.

El circuito de Austin es uno de los trazados preferidos de Marc Márquez. Cuando lideras la carrera con cierto margen, toca nadar y guardar la ropa. En caso de tener alguna dificultad técnica o de neumáticos, lo sensato es asegurar una plaza en el podio. Si, por la razón que fuera, Pecco Bagnaia, que rodaba en segunda posición, estuviera ligeramente más fuerte que él, no pasaba nada por ceder una victoria y seguir construyendo un enorme colchón de puntos para el Mundial. Pero de hacer todo esto, no sería Marc. Nunca ha sido así y difícilmente lo será.

Su antiguo rival, Jorge Lorenzo, describió de forma elocuente lo que diferencia a Marc del resto: "Él no tiene miedo a caerse y nosotros sí". Y no se trata de ningún elogio, ni crítica, ni error en el diagnóstico. Durante años hemos visto que el actual líder del Mundial, durante los entrenamientos, iba forzando y forzando hasta que se iba por los suelos. En Alpinestars no daban abasto en el suministro de los monos de piel de canguro. Todos los que le seguíamos nos asustábamos con esa peligrosa rutina. Pero él se quitaba el casco, sonreía y se decía a sí mismo: "Ya sé donde está el límite".

En carrera siempre ha venido a pasar más o menos la misma situación con Marc. La famosa máxima atribuida a Jackie Stewart de que "las carreras se ganan igual por un segundo que por un minuto", con el ilerdense nunca ha aplicado. Stewart era más consciente que nadie de que en la Fórmula 1 de los años sesenta, los excesos a menudo se pagaban con la muerte o una grave lesión. Los descomunales avances en seguridad han hecho mucho por la integridad de los pilotos, pero a diferencia de los coches, en las motos te sigues haciendo daño, mucho daño a veces.

Y Marc no puede tentar a estas alturas más a la suerte. Su hombro difícilmente va a poder soportar otra rotura fea. No podemos olvidarnos de la diplopía (visión doble) que ha sufrido en un par de ocasiones como consecuencia de otros accidentes. Tampoco el cuerpo es el mismo a los 32 años actuales, que a los 20 de los comienzos en la categoría. Pero es un problema de difícil solución. El catalán es lo excepcional que es por esa ambición sin límites, por ese instinto de querer sentirse imbatible. Pura pirámide de Maslow.

La búsqueda de la perfección

Las teorías de Abraham Maslow sobre la autorrealización personal han sido discutidas con el paso de los años. Pero no deja de ser sorprendente lo mucho que tiene que en común su visión acerca de la motivación humana con la personalidad de Marc Márquez. Inconformismo, sentido del humor no hostil, frescura en la apreciación y tendencia a vivir con más intensidad las experiencias que el resto. En resumen: cuando las capacidades de Marc Márquez están en su pico más alto, el siete veces campeón mundial no para, busca con más y más ahínco la perfección.

El pasado Gran Premio de Argentina fue el primer aviso de cómo Marc Márquez puede ser el principal enemigo de Marc Márquez. El de Ducati llevaba dos victorias en carreras al esprint y un Gran Premio en su mochila. Su compañero de equipo y teórico principal rival, Pecco Bagnaia estaba lejos sin encontrar su sitio. Por si fuera poco, el líder de la carrera era su hermano Álex Márquez. ¿Qué necesidad hay de arriesgar por la victoria? Un segundo puesto allí, igual que en Texas, era la opción más sensata pensando en el título mundial.

Fueron tres ocasiones en las que Marc Márquez estuvo a punto de irse al suelo persiguiendo a su hermano Álex. Tuvo, en definitiva, que ir en demasiadas ocasiones al límite y más allá para lograr la victoria. ¿Era necesario? Claramente, no. Pero da igual que se haya dicho el propio Marc una y mil veces que tiene que correr con cabeza. Él lo sabe perfectamente... pero en frío y una vez bajado de su motocicleta. Cuando se sube a su Ducati, la adrenalina le hace entrar en trance cuando empieza a rondar la perfección y olvida cualquier atisbo de prudencia.

Primer aviso serio

La caída de los entrenamientos en Austin es el segundo aviso serio sobre los problemas de exceso de confianza. "Como casi siempre, me he sentido cómodo, pero ya se ha visto por la mañana, con mi primera caída de la temporada, que todo puede cambiar en una milésima, a veces para bien y otras, para mal. Me ha venido bien (la caída), pues no tenía ningún sentido, tal y como estaba la pista, salir así de confiado. Me he caído por exceso de confianza y no puede ser, no puede ser", explicaba.

Es obvio que ese exceso de confianza no obedece a sobrevalorar sus capacidades, ni a la temeridad. Es simplemente ese clic que se le produce en el cerebro cuando el éxtasis de bordear los límites de la física se apodera de él. Es normal que se mortifique con ese no puede ser. Porque, efectivamente, no puede ser. No puede ser que en apenas el tercer Gran Premio de la temporada arriesgues tu cuerpo a una lesión en una sesión de entrenamientos intrascendente.

Estamos ante un reto fascinante para la psicología deportiva. Cuando la excepcionalidad de un deportista radica en esa mentalidad permanente de puerta grande o enfermería, a ver quién pone el cascabel al gato. No hace falta que le recuerden a Marc que debe de tener cabeza, él es primero que lo sabe y con total honestidad reconoce el problema. A día de hoy, nadie puede con él. Está por encima de todos, excepto de su principal enemigo: él mismo.

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