Dudas por la persecución a las trampas de Red Bull: ¿es por la limpieza o por el espectáculo de la F1?

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Una vez cruzado el ecuador de la temporada, una súbita reformulación del reglamento técnico, donde se prohibieron los frenos asimétricos, coincidió una sensible bajada de rendimiento de Red Bull y Max Verstappen. Pero, ahora, el piloto neerlandés suma una nueva preocupación: la prohibición expresa de un sistema de modificación de altura que lleva su coche, que podría comprometer aún más sus opciones en el tramo final de la temporada. Si la cosa va a mayores, podrían incluso peligrar todos sus resultados de 2024.

El sistema en cuestión es un mecanismo que permite modificar la altura del coche según las necesidades técnicas. Este sistema resulta clave en las sesiones clasificatorias, pues permite bajar el coche al suelo hasta su límite total, aprovechando las mínimas cargas de combustible que se llevan en ese momento. Para carrera, con los depósitos de gasolina llenos, es preciso elevar la altura del coche para evitar que el chasis vaya pegando golpes continuos sobre el asfalto.

La cuestión es que está prohibido tocar el coche entre entrenamientos y carrera, y parece ser que Red Bull encontró la forma de hacerlo antes de detener el coche al término de la sesión clasificatoria. Y tiene sentido que Red Bull pudiera realizar este truco, pues la caída de rendimiento de los monoplazas de Milton Keynes era mucho más evidente en carrera que en entrenamientos clasificatorios. Acorde al reglamento en su forma literal, el sistema es legal y además lo llevan todos los equipos.

Es en la letra pequeña donde está el problema. Aunque técnicamente el coche no se toque entre el sábado y el domingo, el equipo ha encontrado la forma de modificar la configuración del coche para las necesidades de la carrera. Resumiendo: una trampa de campeonato, aunque en la literalidad no contravenga la norma. Y no hay que ser ingenuos. A todos los equipos les vigilan los comisarios técnicos, pero a Red Bull es obvio que en 2024 se le está escrutando con el mayor de los celos.

'Follow the money'

"No paréis hasta que encontréis algo", debió de ser la voz de alerta a los comisarios por parte de las autoridades deportivas (Federación Internacional de Automovilismo). "Soluciónanos esto, que se nos acaba la fiesta", debió de ser la petición de urgencia al ente regulador por parte del promotor. (Liberty media) ¿Falseo de la competición? Pues el mismo que vemos en el fútbol, con ayuditas a los equipos que interesa que ganen. Follow the money…

La importancia de que los medios de comunicación no se olviden de ti en las carreras ya la advertía Steve McQueen en uno de sus escuetos diálogos de la película Le Mans: "Eso es dinero". Y el espectacular subidón de la Fórmula 1 vivido en 2021 se estaba desinflando ante el aburrido monólogo de Max Verstappen y Red Bull de estos dos últimos años. Su apabullante dominio en la carrera de Baréin encendió todas las alarmas en Liberty Media. Una tercera temporada de dominio absoluto no podía acontecer de ninguna de las maneras. Y, por eso, cuesta creer que todo lo que estamos viendo sea casual.

Entre 2010 y 2013, este mismo equipo Red Bull llevaba sistemas como los escapes soplados o las piezas deformables, que eran tan literalmente legales como espiritualmente contrarios al reglamento como lo que hoy nos concierne. Entonces, la prohibición se hizo para la siguiente temporada en lugar del efecto inmediato de la actualidad. Tan defendible puede argumentarse no cambiar las reglas con el partido empezado como hacerlo sobre la marcha si se ve una injusticia. ¿Por qué, entonces, se obró de aquella forma y ahora se obra de otra? Por el interés de la competición. Ni más ni menos.

La Fórmula 1 necesitaba aquellos años de forma desesperada a Red Bull, después de la desbandada general de Renault, Honda, Toyota y BMW. Hoy en día, Red Bull es un patrocinador muy importante, seguro que el más importante, pero hay tal barbaridad de dinero en la parrilla que ya no es cuestión de supervivencia su presencia en el campeonato. Y un hecho clave es que a Red Bull se le pide que no siga usando un sistema y no se le descalifica, ni se daña su reputación como equipo tramposo. Así parece que ocurrió con los frenos asimétricos y así probablemente suceda igual en esta ocasión. Dios aprieta, pero no ahoga.

Pablo de Villota

La solución menos mala

Dado que, de momento, (y por mucho tiempo. esperemos) no es posible penalizar de forma artificial a un equipo muy dominante para equilibrar la competición, el escrutinio radical técnico a Red Bull y las reformulaciones al reglamento sobre la marcha son el camino más justo para que haya más igualdad hasta la última carrera. Y es que está todo inventado. Ha sido volver a tener incertidumbre en la lucha por la victoria y las audiencias y ventas de entradas se han reactivado cuál milagro.

La cuestión es que tenemos por delante un apretado final de temporada donde no va a haber apenas tiempo para modificar los coches. Está por ver hasta qué punto la prohibición de este sistema perjudica a Red Bull y Max Verstappen en su lucha por el título mundial. El buen hacer del neerlandés y los errores de Ferrari y Lando Norris dieron suficiente aire a Supermax para administrar su ventaja hasta la final de Abu Dabi. Calificando mal, la cosa ahora se puede poner muy fea. Con podios e incluso cuartos y quintos puestos se sobrevive. Acabando más atrás, el título está perdido.

Y la pregunta es: ¿por qué el celo con Red Bull se da ahora y no las dos temporadas anteriores? Pues porque los ingenieros siempre van por delante de los comisarios técnicos, por mucho que se esfuercen. Es una batalla tremendamente desigual y depende de muchas horas de observación y estudio poder entender de dónde vienen las ventajas anómalas. De hecho, la primera fuente de información para que los comisarios tiren del hilo viene de chivatazos por parte de los equipos rivales. Qué aburrida sería la Fórmula 1 sin esa Guerra Fría entre los equipos más allá de la pista, ¿no les parece?

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