"Es embarazoso". Hadjar aprendió (por las malas) la doctrina del sargento Marko en Red Bull

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"Lo de Hadjar fue un espectáculo lacrimógeno que resultó bastante embarazoso". Así se despachó Helmut Marko contra el desconsuelo del debutante Isack Hadjar, que se salió de pista en la vuelta de reconocimiento en el Gran Premio de Australia. El contraste de esa falta de empatía ante el mal momento de su pupilo frente al cariñoso apoyo que le dio Anthony, el padre de Lewis Hamilton, delante de las cámaras de televisión, no pudo ser más notorio. Pero hay que partir de una premisa: el jefe y responsable de Hadjar es Marko, no Hamilton senior. ¿Se podía haber hecho de otra forma?

Estamos ante el penúltimo ejemplo de lo mucho que le pierden las formas a Helmut Marko a la hora de expresarse. Quizá no le falte razón al manager austríaco. Hadjar acaba de entrar en la guerra más cruenta del automovilismo y aquí no caben sentimentalismos. La cuestión es que, si tiene que haber una reprimenda hacia su pupilo, se haga en privado. Ahondar en público sobre la ya de por sí dolorosa herida es de muy mal gusto. Pero igual incluso eso es lo que buscaba. Algo así como: 'Si no te llaman llorica por esto, ya lo hago yo'.

Y es que, para bien y para mal, a Helmut Marko le trae sin cuidado lo que digan de él. A sus 81 años, está de vuelta de todo. Una vida personal azarosa y el ojo perdido en el momento más dulce de su carrera como piloto, han forjado un carácter que linda siempre entre lo admirable y lo impresentable. El año pasado, después de su enésimo desahogo con tufo racista frente a Checo Pérez, estuvo a punto de ser obligado a dimitir. Pero Marko es como los viejos rockeros: quiere morir sobre un escenario.

El origen argelino de Hadjar también ha sido esgrimido en forma de racismo como una de las razones del feo desprecio de Helmut Marko hacia su pupilo. Seamos serios en estos asuntos y no caigamos en demagogias fáciles. Isack Hadjar, casi con seguridad, jamás hubiera sido piloto de Fórmula 1 de no ser por la academia de Red Bull y el jefe de esa academia es Helmut Marko. Si hay alguien a quien Hadjar debe de estar agradecido después de a sus padres es a Helmut Marko. Fin de la discusión.

Un piloto de muchos quilates

De hecho, no son pocos los que cuestionaban que Hadjar estuviera maduro para la Fórmula 1. Muchos decían que no había demostrado lo suficiente en categorías inferiores y que quizá su ascenso se debía a la sequía de talento en la cantera de Red Bull. Es decir, que el trabajo de Marko como reclutador o formador de talento no funcionaba y, la promoción del piloto francés, era una especie de huida hacia adelante del jefe de la academia. El viernes y el sábado, Hadjar cerró todas las bocas. Ya veremos qué pasa en el futuro, pero es incuestionable que estamos ante un piloto de muchos quilates.

En los tiempos que corren, es mejor que un piloto de Fórmula 1 no se asome mucho a las redes sociales. La dureza y falta de mesura a la hora de ser enjuiciados, a menudo raya en lo penal. Es un peso añadido a la ya de por sí desmedida presión por rendir que sufren la mayoría de los pilotos de la categoría. No digamos ya los debutantes. Y no sería de extrañar que algo del llanto de Hadjar cuando quedó eliminado de la carrera, viniera de esa presión.

El fallo de Isack Hadjar,que le llevó al muro en la vuelta de reconocimiento, es mucho más fácil de cometer de lo que parece. Sin ir más lejos, a alguien con tanta experiencia como Carlos Sainz le pasó en los compases iniciales del Gran Premio. Neumáticos fríos, pista sumamente deslizante, atención a controles electrónicos del volante, guardar distancia a los rivales en situación de permanente arranco-paro... Se trata de un cóctel letal que puede sorprender a cualquiera.

Hadjar ha aprendido después del Gran Premio de Australia una dolorosa lección acerca de lo traicionero que puede ser una carrera como piloto de Fórmula 1. Pero el francés debe aprender rápidamente otra, la que quizá le quiso enseñar de mala manera Helmut Marko. Cuando Bambi, pierde la protección de su padre, llegan las responsabilidades. Ahora ya no hay red de protección y ahora eres dueño de tu destino y eres el responsable de defender tu territorio.

Peligrosa incontinencia verbal

El problema es que Helmut Marko no es psicólogo y de tanto creerse Clint Eastwood en el papel del Sargento Highway no se da cuenta de que por el camino destruye personas, reputaciones y carreras deportivas. Su método, a la vista está, tiene muchas luces y sombras, pero suele pesar más lo segundo que lo primero. Cada persona es un mundo y, por eso, existe la psicología deportiva. La lámpara mágica del talento no solo se activa como cree Marko a base de palos.

¿A cuento de qué venía la dureza de su juicio sobre los pilotos debutantes? Marko declaró que solo consideraba al propio Hadjar y Antonelli como pilotos de clase A, que Bortoletto era un piloto de clase B "al que le falta velocidad" y que Doohan es un clase C "que no cree que acabe la temporada". Hubiera sido bueno que no considere a su pupilo Hadjar como un piloto de primer nivel. De lo contrario, sería una forma de admitir el fracaso de su trabajo. Pero es del todo innecesario hablar de otros debutantes de la forma tan despectiva que lo hizo.

La realidad es que ninguna academia de pilotos ha gastado ni de lejos tanto dinero como lo ha hecho Red Bull. Y la realidad también es que la mayor parte de las veces, han tenido que reclutar talento de fuera para sus dos equipos. Max Verstappen y Sebastian Vettel no son éxito de Marko. No se puede negar que el doctor tuviera el acierto de apostar más fuerte que nadie cuando era evidente que ya eran un diamante en bruto. Pero ni olfato en el scouting, ni influencia alguna en el proceso de formación.

Las impertinencias recurrentes de Helmut Marko y la cada vez más insufrible hipocresía de Christian Horner están convirtiendo a Red Bull en el equipo más antipático de la categoría. Tan cierto es que han creado uno de los equipos más pluscuamperfectos de la historia, como que el trato hacia la mayoría de sus pilotos ha sido históricamente censurable, por decirlo suave. Cuando Max Verstappen se vaya del equipo, algo que tarde o temprano ocurrirá, no andan sobrados de talento para sustituirle. Con Isack Hadjar están obligados a no fallar. Quizá sea su última bala antes del despido o la retirada.

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