
El efecto y el desefecto Newey

Hoy a las 11:00 AM
Las gorras de la Formula 1 pesan unos 95 gramos. Es costumbre de Adrian Newey poner una sobre su testa para que le proteja del astro rey, y justo lo que hay bajo el colorista tocado tiende a proteger, de manera solidaria, a su contratante. De lo que se habla menos es de lo que ocurre cuando esto deja de ocurrir, y no son cosas buenas.
No es ya noticia. El ingeniero que nació en el mismo pueblo que William Shakespeare cambia de piel. Pasa del azul al verde, de Red Bull a Aston Martin, y su tarea no ha hecho más que empezar en su nuevo despacho de Silverstone. Ya hay quien ve a su nueva escudería ganando los títulos de pilotos y constructores, pero ha de saber que esto no va a ocurrir en el corto plazo. Y para conocer ese futuro, el de verdad, basta con escudriñar lo que ya pasó.
Newey se estrenó en la categoría de la mano de Emerson Fittipaldi, con el Copersucar, llamado así por su principal patrocinador. De trabajar con el brasileño, saltó a la fallida formación japonesa Leyton House, y su influencia fue limitada debido a lo escaso de su entidad. Tras su despido por falta de fondos, su siguiente paso fue a Williams, donde comenzó a generar el mito de su magia.
Queda demostrado que el coterráneo de Shakespeare es un elemento transformador de equipos, que suma cuando llega, y resta al pirarse
Adrian Newey en la F1
Su aterrizaje en 1990 les condujo al segundo puesto al año siguiente, con ideas propias aplicadas en el monoplaza que hizo subcampeón a Nigel Mansell, y campeón del mundo al año siguiente. En su periodo como responsable técnico, la formación de Grove acumuló nueve títulos. Fue, entre otras ideas, gracias al control de tracción y las suspensiones activas implementadas por nuestro hombre. De cuartos a su llegada, pasaron a ser multicampeones en un ciclo arrollador. El reglamento tuvo que ser modificado para pararle los pies.
Dicen las malas lenguas que choques de personalidad con los responsables del equipo le invitaron a poner su mirada hacia la puerta. Ron Dennis, pescador avezado y ojo experto en calar la calidad, le echó la caña y se lo acabó llevando en agosto de 1997. En aquel momento McLaren estaban cuartos.
A pesar de los resultados, los coches de Woking estaban en mejor postura cuando aterrizó allí. Habían ganado tres carreras y liquidaron la temporada con un doblete en Jerez. Mika Hakkinen y David Coulthard subieron a hombros al nuevo campeón, Jacques Villeneuve en el podium gaditano, que fue tercero.
El efecto Newey fue instantáneo en un equipo mejor dotado. Retocó el diseño de Neil Oatley, y iniciaron la temporada siguiente tal día como un 8 de marzo de 1998, con un doblete desde el sábado y hasta que cayó la bandera a cuadros. El MP4/13 se llevó aquel año las dos coronas.
El 8 de noviembre de 2005, cuando anunció su salida de McLaren, no debieron parecerle muchos a Adrian los 107 kilómetros que separan a Woking de Milton-Keynes. Más kilometraje llevaba recorrido cuando anunció su traspaso, en un viaje en el que recaudó tres títulos, dos de pilotos y uno de constructores.
El reto mayúsculo de Red Bull
Comenzó a trabajar vestido de azul el 1 de febrero de 2006. Sin embargo, lo de Red Bull fue algo más complicado, y puede parecerse bastante a lo de Aston Martin, con circunstancias paralelas. Los de verde son un equipo que nunca ha ganado títulos, con ambición, en un proceso expansivo de orden mayor, procedente de una escudería mediana-pequeña, con dinero abundante, y un propietario procedente del mundo ajeno a la competición que lleva un energético propulsor adherido en el trasero.
Red Bull pasó en cuatro años de séptimos a campeonar en 2010. Adrian Newey llegó a Red Bull Racing el 1 de febrero de 2006, y la primera victoria del equipo con un coche diseñado por él se produjo el 19 de abril de 2009 en el Gran Premio de China. El tiempo transcurrido entre estos dos eventos fue de 1 173 días con sus noches.
Alguien pensará que también acabaron séptimos los Aston Martin en 2022, justo el año previo al advenimiento de Fernando Alonso, y ya debería tocar eso de las coronas de acuerdo con el reflejo histórico de alguien que ya pasó por esos asfaltos. El problema es que Newey ha llegado ahora, no en 2022, y el proceso de generar un equipo ganador es cada día más complejo. A esto hay que sumar unas limitaciones presupuestarias que impiden el crecimiento explosivo de otros tiempos, y los pasos se antojan más lentos.
Vuelta a empezar en Aston Martin
Hay que entender que Adrian Newey, al igual que Alonso, o el recién nombrado director Andy Cowell, son actores muy importantes, pero elementos sueltos de un mecanismo más complejo. Su papel es de una importancia capital, aportan un enorme valor, pero por sí solos no hacen gran cosa; necesitan un entramado técnico y humano a su alrededor. Va a funcionar, pero llevará tiempo. Puede que dos, tres o cuatro años, sin embargo no va a ocurrir a corto plazo.
Se habla, y mucho, de lo que ganan los equipos cuando llega Newey, y es menos habitual que forme parte de la conversación lo que pierden cuando se marcha. Al igual que no se le puede conceder el mérito de ser el responsable único de las victorias, tampoco sería justo decir que las derrotas en su ausencia se deben a su no aportación. Sin embargo, es una pauta recurrente ver como los equipos en los que aterriza suben de nivel, y también bajan aquellos de los que pilla la puerta para largarse.
De izquierda a derecha, Fernando Alonso, Adrian Newey, Lawrence Stroll y el hijo de este, LanceDesde 1997, año en que el ingeniero de la gorra salió de Williams, la escudería ganó once carreras, una media que no llega a una por año, y ningún título. Desde 2004, año en que egresó de McLaren, los de Woking lograron sesenta victorias, una media de tres por temporada, y han recaudado en el periodo de dos décadas dos títulos, uno de pilotos en 2008 para Lewis Hamilton y el de constructores del año pasado; el anterior fue en 1998, hace veinticinco años, y con —curiosamente— Newey a bordo.
Victorias les han caído unas cuantas más, pero el primer título de McLaren después de la salida de Adrian Newey se consiguió el 10 de diciembre de 2024. Fue exactamente 6972 días tras la salida del ingeniero, 19 años, 1 mes y 2 días. Es mucho tiempo.
Queda demostrado que el coterráneo de Shakespeare es un elemento transformador de equipos, que suma cuando llega, y resta al pirarse. No solo se trata de mejorar tú, sino de empeorar a tu contrincante. Es una de las razones por las que tiene el cuarto sueldo de la parrilla, con diecisiete pilotos titulares que perciben una nómina más baja.
Hará falta paciencia
Lo de Aston Martin se antoja complejo. Newey ya trabaja en el coche de 2026, mientras que el de 2025 fue en esencia parido por un Dan Fallows que ya no está, mejorado por Eric Blandin, dirigido por Bob Bell, y del que debería hacerse cargo Enrico Cardile cuando en Ferrari le suelten la correa contractual. No hay nada que siente mejor a una escudería que la estabilidad, pero con Andy Cowell, como tercer director en cinco años, aún tienen que encontrar ese equilibrio.
De la Rosa minimiza el impacto de Newey en Aston Martin: "Al final es un nombre y no importa mucho"Leer noticiaEl disparo verde es de larga distancia. Tenso, recto, bien calculado, pero el resultado no será el propio de un duelo de arma corta en un callejón, sino el de una parábola de resultados futuros. Tanto y tan visible resulta, que los representantes de Max Verstappen ya andan haciendo preguntas en una jugada dual: cuánto ganan los de verde con la presencia de Newey, y cuánto perderá Red Bull sin él.
Los bólidos azules se desfondaron en mitad de 2024 tras iniciar arrasando, y de lo poco que se ha visto antes de que comience el tiroteo, no parecen albergar la musculatura con la que aplastaron al resto en años previos.
Newey es una pieza más, pero sin él, la vida les va a lastrar como si les colgasen del pescuezo un collar de melones. Pocas veces, una gorra de apenas ha cubierto algo tan sensible, condicionante, e influyente. Aunque apenas cuesten cincuenta euros en la web del equipo, la de este señor vale mucho más. El Shakespeare de la velocidad, vale lo que cuesta, porque trae lo que ningún otro. Pregunta a los que ya no le tapan la cabeza con sus colores...