El caso de Andrea Kimi Antonelli: en el casino de Toto Wolff, la banca es la que siempre gana

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"Me costó cinco minutos tomar la decisión de que Andrea Kimi Antonelli fuera el sustituto de Lewis Hamilton", dijo recientemente Toto Wolff. Pero es algo difícil de creer. Hay que entender la trayectoria del jefe del equipo Mercedes de Fórmula 1 para poner en cuarentena sus afirmaciones. Toto es una persona extremadamente inteligente, pero, aunque los hechos avalen esa inteligencia, su necesidad de reafirmación le delata. Ese afán de querer quedar siempre como el más listo de la clase le resta mucha credibilidad.

Si fuera verdad que Antonelli iba a ser el sustituto de Hamilton desde el primer momento, no habría esperado a Monza, en el mes de septiembre, para hacer los anuncios oficiales. Más allá de que a lo largo de la temporada se haya reunido con varios pilotos top, hasta hace dos días seguía enredando con la posibilidad de que Max Verstappen abandonara Red Bull y saltara a su barco. Es su obligación y la de cualquier jefe de equipo competente tener las puertas abiertas y comunicarse con todas las personas relevantes. Pero, su forma de actuar, permite pensar que Antonelli no era la primera opción.

Lo que sucede es que ese comportamiento es típico de Wolff. Las fanfarronadas o las sobrerreacciones son parte de su forma de actuar. Incluso se ha enfadado en varias ocasiones cuando se ha hablado de conflicto de intereses. ¿El motivo? Su esposa Susie Stoddart ocupa un puesto relevante en el promotor del campeonato en el que participa, un detalle que sibilinamente siempre ha tratado de obviar.

En el caso de Andrea Kimi Antonelli, el joven italiano tiene todos los mimbres para ser un prodigio, pero está siendo una pieza básica para Wolff con el objetivo de construir su discurso. La intención del jefe de Mercedes no es otra que demostrar que marca la agenda y que no es quien va a remolque de los acontecimientos.

Los conflictos de intereses

Andrea Kimi Antonelli es un piloto que está bajo contrato y del que Wolff es dueño de sus derechos deportivos. Exactamente, la misma situación que ocurre con George Russell, que también es un piloto del que es su mánager. Un conflicto de intereses que consiste en ser arrendador y arrendatario en una misma negociación. Nada que objetar siempre que a sus socios de Mercedes y de Ineos les parezca bien, aunque es un ejemplo que muestra cómo funciona Wolff.

Es comprensible que a Wolff le moleste que, de un día para otro, Lewis Hamilton, el piloto que ha forrado de trofeos la vitrina de su escudería, tome la decisión repentina de darle calabazas e irse a Ferrari. Pero meter en ese ajo a un chaval de 17 años es peligroso. La olla a presión de nombrarle como inmediato sucesor de uno de los mejores pilotos de la historia es, como poco, temerario.

Era obvio que la forma en la que Mercedes lanzó a Antonelli en la primera sesión de entrenamientos libres no venía a cuento. Todo parecía demasiado preparado para la búsqueda del titular: La reencarnación de Ayrton Senna ha llegado. Suerte que la bofetada del italiano contra el muro no tuvo consecuencias físicas. Pero la comparación de cómo Williams enfocó los primeros pasos del también debutante Franco Colapinto era palmaria. ¿Qué necesidad había de arriesgar el físico del chaval y uno de los coches durante todo el fin de semana? El ego puede tener la respuesta.

Es muy viejo el truco utilizado por los equipos de destacar cosas excepcionales de sus nuevos pilotos para justificar fichajes. Por eso no extrañó cuando, al término de la sesión, surgieron los datos de que Antonelli fue más rápido que nadie en algunos sectores. Mercedes (es decir, Toto Wolff) sonreía en lugar de poner cordura al asunto. Daba igual que el tipo de configuración, carga de gasolina o neumáticos de cada cual fueran muy diferentes en una primera sesión de libres. Lo importante era que, a través de los emisarios del zar, el mensaje se colocara enseguida en las redes y medios afines. La clave era la exhibición, no el accidente que había tenido.

Los principios de Groucho Marx

No duden de que, si a final de temporada, Max Verstappen decide irse de Red Bull dando un portazo y fichar por Mercedes, tendremos un discurso que dirá algo así como: 'Antonelli nos ha demostrado que está llamado a ser uno de los grandes de la historia, pero debemos darle el tiempo que merece para encontrar su sitio'. Toto Wolff cambiará sobre la marcha sus principios como Groucho Marx. El problema es que, ahora, ya no tendría tan fácil lo de colocar a su pupilo en otra escudería. Él solo ha metido a Antonelli en el laberinto.

Javier Rubio

En un chaval de 18 años recién cumplidos, resulta bastante absurda la tesitura descrita anteriormente de competir sí o sí en Fórmula 1 el año que viene. Un año de debut (2024) y otro de consolidación (2025) en Fórmula 2 es lo más razonable para preparar a alguien bien para el gran reto. ¿Para qué tanta prisa? Cuando cuarentones como Alonso o Hamilton demuestran seguir siendo competitivos a esa edad, no parecen justificadas estas urgencias.

Pero es que, en el casino de Toto Wolff, la banca siempre gana. Si Lewis Hamilton le da calabazas, tiene en la recámara al mayor prodigio del momento; si lo hace Max Verstappen, tengo a un chaval que va a batir sus récords de precocidad. En la escuela del todo queda en casa creada por Flavio Briatore y Jean Todt, Wolff es el discípulo más aventajado. Ojalá que un futuro tan esplendoroso como el que se le presume a Andrea Kimi Antonelli no se estropee en el peligroso mar de egos y ambiciones que le rodea.

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